El estadounidense Dennis Hope montó una inmobiliaria que comercializa el satélite, lo que le reportó unos 9 millones de dólares. Hay 1.741 nuevos "propietarios" de nuestro país, el segundo de Latinoamérica que más compró.
El aviso clasificado en el rubro inmobiliario podría enunciar: “Terrenos de 4.000 metros cuadrados en el Mar de la Tranquilidad. Oportunidad única” y supondremos que se referirá a un emprendimiento novedoso en la costa bonaerense, emplazado, por ejemplo, entre Mar Azul y Mar de las Pampas.
Nada más alejado, en todo sentido. Para empezar, si bien le sobra tranquilidad, a este mar le falta agua. La última vez que sus arenas se agitaron fue con los pasos del astronauta Neil Armstrong, cuando el 20 de julio de 1969 pronunció su célebre frase de ocasión: “Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”.
Tal cual, este loteo tiene como terreno la superficie de la Luna, y puede pagarse a precio de ganga, incluyendo el envío del título de propiedad, una foto satelital de la propiedad y hasta información geográfica para ubicarla.
No se trata de un cuento de ciencia ficción, aunque bien podría serlo. No es seguro que Dennis Hope, el estadounidense que puso en venta el satélite, haya leído El hombre que vendió la Luna, de Robert Heinlein, pero se parece bastante a su protagonista, Delos D. Harriman, como aquél, es un auténtico self-made man, informa el diario BAE.
En la génesis de la singular empresa, hubo el descubrimiento del vacío legal dejado en el Tratado del Espacio Exterior, signado por la ONU en 1967, que prohibía la apropiación de cualquier cuerpo celeste por país alguno. Pero… no incluía la cláusula pertinente a personas físicas o empresas particulares.
Ése fue el disparador que activó la imaginación de Hope en un momento conflictivo de su vida. En 1980, desocupado y en proceso de separación, concibió la idea de inscribir el satélite a su nombre, y de paso, a buena parte del sistema solar para que nadie se le anticipara.
Después de argumentar largamente en el Registro de la Propiedad de San Francisco, logró su cometido. La Luna era suya y comenzó a venderla, no sin antes comunicar la novedad a la ONU y a los gobiernos de su patria y de la entonces URSS. Ninguno se hizo eco.
Al día de hoy, Hope lleva vendidos dos millones y medio de propiedades en el satélite, que le reportaron, según se estima, unos u$s9 millones. Sólo en nuestro país, hay 1.741 nuevos “propietarios” –¡atención AFIP!–, el segundo lugar en Latinoamérica, después de Brasil y muy por arriba de Chile.
No satisfecho con la demanda por la Luna, Hope ya diversificó el mercado hacia Mercurio, Marte y Venus, con buenos resultados. Las parcelas son un poco más económicas, habida cuenta de la distancia y la irregularidad de los medios de transporte.
¿Disparate? ¿Snobismo? Negocios… que para Hope han resultado ser muy rentables.
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